Las chimeneas reúne en sí mismas las mejores virtudes de cara a la valorización de un entorno patrimonial industrial. Son muy visibles, se adaptan a los guisitos estéticos actuales y sobre todo, no ocupan espacio. Es decir, que su protección no implica la ocupación de solares para que puedan ser destinados a nuevas construcciones. Ningún otro elemento del territorio proporciona tanto beneficio a cambio de tan poco, los escasos metros cuadrados que ocupa su base.

Las chimeneas estuvieron entre los primeros elementos de arqueología industrial protegidos por ley. En los últimos tiempos, podemos considerarlas como uno de los principales iconos de la ciudad posindustrial (posmoderna?). Un excelente ejemplo nos lo ofrece el llamado distrito 22@ en el barrio de Poble Nou de Barcelona, en el que el entorno industrial se supone que se va a convertir en un decorado de lujo para las empresas de alta tecnología. Día a día el entorno industrial, fábricas, bloques, calles sin salida, va desapareciendo, pero las chimeneas mantienen su papel dominante. Esta imagen de época de una conocida fábrica (hoy en proceso de reconversión) se aprecia perfectamente lo que fue en un tiempo el ambiente industrial del barrio.

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Las chimeneas, como en el pasado industrial, pretenden dominar la skyline, pero en realidad, son poco más que un adorno. Son, sobre todo, un elemento de revalorización del entorno, en el que los compradores de pisos y las empresas radicadas, sin duda, confían. El patrimonio es, hoy por hoy, un valor seguro. Pero otra cosa es el valor que, como patrimonio transmisor de sensaciones y de información, de memoria, tengan las propias chimeneas. Se vuelve aquí a una cuestión importante y repetitiva. ¿Cuándo se pierden las relaciones con el entorno, sigue teniendo sentido mantener en pié el patrimonio edificado?. Para comprobarlo, podéis ir con niños pequeños a un parque con chimenea, como el de La Palmera en el barrio de la Verneda (Barcelona). Es probable que os pregunten ¿Qué hace esa chimenea aquí?Lo cual, al menos, es motivo para explicarles su orígen.

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Totalmente descontextualizada de su entorno, la chimenea comparte hoy su espacio con unos juegos infantiles. La fábrica que ocupaba el solar, dedicada a la metalurgia, se mantuvo activa por lo menos hasta 1976. En el momento del cierre, mantenía prácticamente sus espacios originales, incluyendo una hilera de sasa obreras anexas a sus muros, pues era un recinto. La fábrica, y aún su memoria en el barrio, desaparecieron, excepto por su chimenea.

Las relaciones entre los elementos industriales se pueden mantener de una forma coherente aún sin actividad, como nos demuestra la chimenea de Can Faluga o Can Rusiñol, en Manlleu (Barcelona), una de la magníficas “Colònies” del río Ter, que se conserva en perfecto estado. Interesa de la imagen la relación entre la casa señorial de los Rusiñol, de un cierto estilo prusiano, los árboles y la chimenea. La disposición parece contradecir la idea de que se hacía convivir a los obreros con los humos de la fábrica, mientras que los señores vivían lejos, en lugares más sanos. En realidad, hay que tener presente que el viento dominante aquí es de componente Norte, y por tanto, difícilmente el humo se dirigiría hacia la casa…

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Como curiosidad, decir que la antigua fábrica de la Plaça de La Palmera aparece en la carta náutica del British Admiralty (1860 ca.) como “Verneda Works”, siendo entonces una referencia para la navegación que llegaba a Barcelona desde el norte, dado que se levantaba aislada entre campos.

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