De la experiencia acumulada en actuaciones en medios patrimoniales de valor no muy evidente, a las cuales podemos denominar como “menores”, se pueden deducir estos tres principios de actuación, que quedan aquí expuestos a vuestra consideración:
1 Principio de predominio de las relaciones territoriales
El planeamiento de ámbitos patrimoniales puede basarse en la conservación de las relaciones históricas ente los diversos elementos que conforman el territorio.
Se considera que estas relaciones son una expresión física del conocimiento acumulado por las sociedades que lo habitaron a lo largo de la historia. Pero estas relaciones pueden no ser evidentes, y en cualquier caso, se precisa de un estudio previo para definirlas y, lo que es más importante, evaluarlas. El mantenimiento, o incluso la potenciación de esas relaciones, es la base de ese planeamiento, y la mayor parte de la normativa deberá de referirse a ellas.
Del estudio del pasado se deducen los conocimientos aplicados al territorio, y de entre estos, se pueden escoger aquellos que pueden tener valor para nosotros, que pueden servir en nuestra vida diaria para transmitir sensaciones o inducir reflexiones que mejoren nuestras condiciones de vida. A mayor conocimiento territorial, más patrimonio interpretado y mejor uso se puede hacer de este. Por el contrario, si determinadas relaciones fueren fruto de un mero capricho tecnológico o social, o de una circunstancia extraordinaria, no habría porque tenerlas necesariamente en cuenta.
A lo largo de la historia del planeamiento muchas veces se ha tratado la cuestión de si es más efectiva una normativa muy concreta que intente prever cualquier circunstancia frente a la capacidad de la población de dejar expresarse con sus propios criterios sobre el territorio, dejando únicamente unas normas relacionales. De entre ambos, el planeamiento de base patrimonial debería decantarse por el segundo porque, en realidad, sobre el territorio los aspectos patrimoniales se expresan sobre todo por las relaciones entre elementos, más que por una idea preconcebida de como debe construirse el paisaje ahora o en el futuro. Si se respetan esas relaciones, entonces estamos aprovechando el conocimiento tradicional, estamos construyendo sobre la tradición. Si no respetamos esas relaciones, aunque imitemos el estilo edificatorio o salvemos determinado edifico, en realidad no estamos dando un valor añadido al territorio, que era de lo que se trataba.
2 Principio de supeditación a la jerarquía del valor patrimonial
No es posible intervenir en el territorio con criterios patrimoniales si no es a partir de un estudio capaz de determinar el valor (aunque sea de forma subjetiva), que cada parte del territorio tiene desde el punto de vista patrimonial.
Esto supone y permite el establecimiento de una jerarquía territorial en la que puede quedar claro que partes deben permanecer inalteradas, o al menos definir el límite de alteración de cada una de ellas. Es por tanto la definición de la capacidad de transformación de un espacio una posibilidad interesante, en tanto que esa capacidad de transformación dependerá de los valores que realmente queramos mantener.
Un corolario de este principio es la cuestión de la definición o no de límites. En nuestro planeamiento actual, los principios del zonning siguen siendo los más válidos, ya que de cara a las cuestiones jurídicas establecen líneas, objetivas y por tanto “aceptables” por todos. Pero el planeamiento de base territorial no es, de momento, dominante, y por tanto no hay que exigirle tanto valor legal. Es por ello que un cierto grado de indefinición, unos límites laxos o simplemente, la inclusión progresiva de aquellos espacios previamente definidos como de mayor valor, influyan de manera que su conservación o regeneración irradie sobre el resto del territorio. La definición de límites estrictos implica además, como en los parques naturales, la sensación de que el resto del territorio tiene menos valor y es por tanto susceptible de ser transformado.
3 Principio de comprensibilidad del espacio patrimonial
Las intervenciones en ámbitos patrimoniales deben dar como resultado que el espacios, y con el su carga cultural e incluso sentimental, sea comprensible para quien lo perciba.
Para lograrlo, aunque sea sólo en parte, hay que estructurar adecuadamente ese espacio, guardando proporciones entre los espacios de explotación y de residencia, manteniendo abiertas algunas relaciones, que de modo testimonial, permitan entender las relaciones históricas entre los habitantes y sus producciones, que expliquen sus formas de vida. A los parques patrimoniales hay que pedirles que hagan comprensible el espacio actual en función de lo que fue en la historia.
Un espacio patrimonial mal estructurado, en el que se preserven elementos aislados pero no entornos espaciales coherentes, puede no transmitir mas que imágenes confusas, no información.
Por ejemplo, si la chimenea del XIX se mantiene sobresaliente por encima de un bloque de pisos de alto standing, se habrá salvado, qué duda cabe, un valioso elemento de arqueología industrial. Sugerirá el pasado, generará emociones. Pero difícilmente evitará que los niños pregunten ¿qué hace eso ahí?. Difícilmente hará comprensible el espacio industrial pretérito. Difícilmente generará interés por él.