Por más que se empeñen los arquitectos, son las personas y no los edificios los que dan sentido a los lugares. Sin habitantes, esto es, personas que dedican su tiempo (que es un bien escaso y no renovable) a habitar el lugar, no es que el lugar deje de existir, es cambia, o pierde, su sentido.
Es el caso de la colonia minera de Vallejo de Orbó, en tiempos una población próspera gracias al carbón. Hasta mediados de los 60, contaba con todos los servicios, incluido un modélico hopital (“Sanatorio Minero”) y el primer cine de la Provincia de Palencia. Como en los otros centros mineros, el descenso de la actividad minera dio paso al éxodo, sin paliativos, y hoy apenas 80 vecinos mantienen el pueblo vivo en invierno.
Sin embargo, el pequeño asentamiento mantiene su sentido del lugar. Esto es, es todavía capaz de transmitir la información que alberga de varias generaciones de familias mineras, de generar sentimientos a quienes, aún sin conocer nada, recorren sus calles casi vacías.
la prueba es que en 2012 la asociación ARPI recuperó la antigua tradición de la “procesión de las lámparas”, en la que los mineros procesionaban hasta la entrada del “Pozo Rafael” tras la imagen de la patrona, entonando canciones populares, y en particular el “Santa Bárbara bendita”. En aquel año, apenas participaron parte de los vecinos, pero desde entonces la asistencia ha ido creciendo hasta alcanzar éste 5 de diciembre a más de 500 personas (para un municipio de 230 hab), medidas con exactitud ya que éste fue el número de raciones de sopa de ajo servidas.
Las lámparas mineras, la sopa de ajo, el frío intenso, los cánticos, la ofrenda floral a los mineros fallecidos e incluso unos versos de Jorge del Nozal son elementos que, contemplados en el escenario de la colonia, constituyen vivencias que van más allá del simple turismo de escapada. Aquí no se pretende escapar de nada, sino escuchar unas voces del pasado que se hacen presentes por unas horas, y no a través de una película o un vídeo, sino conviviendo en un entorno del que sabemos nos ha legado más que unos años de prosperidad en un rincón de la remota montaña Palentina…
Colección de lámparas mineras de Fernando Cuevas, en la vecina Barruelo