En nuestra búsqueda de referencias para saber qué son los paisajes eléctricos, hoy tenemos una entrevista con Esther Aparicio, quien ha sido directora del Ene.Museo Nacional de la Energía en Ponferrada en la época de su fundación y es, entre otras cosas, profesora del Master en Turismo Interior de la Universidad de Salamanca, persona con un criterio formado al respecto y que nos aporta en sus respuestas interesantes motivos de reflexión.
Esther, tu carrera profesional está ligada a la creación del Museo de la Energía en Ponferrada, que es sin duda un referente en el ámbito, un tanto inaprehensible, de los “paisajes eléctricos”, una cuestión que está despertando interés en los últimos tiempos y que nos parece interesante clarificar. Al respecto, en tu opinión,
¿Existen realmente los paisajes eléctricos como espacios patrimoniales diferenciados, reconocibles por quienes los viven o los visitan?
Afortunadamente el reconocimiento del paisaje cultural, como conjunto de elementos naturales y culturales, que pueden combinar patrimonio y actividad viva, y que conforman un sistema diferenciado de otros, está teniendo un amplio apoyo, como lo demuestran las declaraciones de la UNESCO, la integración de este concepto en las legislaciones de muchos países y las muchas investigaciones y proyectos de gestión patrimonial, que se están desarrollando en torno a este concepto.
Desde luego que existe el paisaje eléctrico, a través del cual se puede interpretar una parte de la historia pasada o/y actual de un territorio. La cuestión es que en no pocos casos los habitantes del lugar conviven con él desconociendo el valor que tiene como bien cultural que les singulariza y que forma parte fundamental de su historia, además de que puede ser una valiosa oportunidad para ellos en el presente, no sólo cuando la actividad eléctrica sigue formando parte de su sistema productivo, sino también cuando esa actividad ha cesado. En este último caso, el desconocimiento y la infravaloración, que es algo común a todo el Patrimonio Industrial, trae como consecuencia la pérdida de secuencias, por la destrucción de elementos concretos, con lo que se dificulta mucho la interpretación. Es decir, se pierde el paisaje eléctrico y sus posibilidades de aportar beneficios a las comunidades en las que se asienta.
En cuanto a los visitantes, el paisaje eléctrico necesita de una especial interpretación y mediación cultural para que pueda ser apreciado más allá de la potencia que suelen tener algunos edificios, como las centrales térmicas o las hidráulicas, por poner un ejemplo. No es un tema fácil de entender por los visitantes y es imprescindible, además, que se muestre la secuencia completa de lo que supone la producción y distribución de la electricidad.
El paisaje es cambiante, está muy sujeto al uso que le da el hombre en cada momento. Por esa razón, lo idóneo es que para una adecuada conservación del paisaje eléctrico, dicha actividad todavía esté presente en el territorio y que se pueda mezclar con los elementos patrimoniales que estén en desuso. En todo caso, para que este paisaje, en activo o no, pueda ser entendido por el público debe existir una buena interpretación y divulgación científico-social, que permita a un visitante no especializado entender todas las facetas de un paisaje complejo y a veces críptico como es el eléctrico, que suele estar diseminado por el territorio en una secuencia que posee un lógica clara cuando se conoce.
¿Cuál sería tu definición personal de lo que es un paisaje eléctrico?
Los temas de paisaje son especialmente complejos, pero yo diría, por concretar un poco, que un paisaje eléctrico es aquel que ha tenido o sigue teniendo una actividad relacionada con la generación y distribución de la electricidad, de manera que conserva los elementos suficientes que permiten contar esa secuencia narrativa, lo que en muchos casos incluye la memoria oral de los habitantes del lugar, cuyas vidas suelen estar muy marcadas por dicha actividad.
¿La electricidad como patrimonio tienen en realidad “menos encanto” que otros tipos de patrimonio? ¿O esa falta de interés vendría dada sólo por el desconocimiento?
Esto del encanto tiene mucho de subjetivo y está muy sujeto a una visión concreta de conceptos tales como la belleza, la estética o la excepcionalidad, con enfoques que se aplican a otros tipos de patrimonio que no tiene nada que ver con el que nos ocupa. En esa comparación muchas veces el patrimonio industrial sale perdiendo, porque existe un enorme desconocimiento de sus características y valores propios. La buena noticia es que esto tiene solución. Sé por experiencia que con programas de revalorización, divulgación cultural y educativa e interpretación se suele suscitar un gran interés en los visitantes, precisamente por lo diferentes que son estos espacios y temáticas, ya que las mismas se pueden vincular con sus propias vidas. No hay que olvidar que estamos hablando de algo que si no existiera sería imposible la vida tal y como la conocemos, así que saber algo sobre el asunto resulta cuando menos curioso. Así mismo, quiero destacar lo sumamente importante que es desarrollar un trabajo continuo con la población local cuya implicación es de vital importancia. Realmente pueden ser excelentes anfitriones y mediadores del paisaje eléctrico del que forman parte y que pueden transmitir, con muy buenos resultados, a los visitantes de estos territorios.
El Museo de la Energía de Ponferrada es una referencia evidente para la Ciudad de Ponferrada. ¿Crees que es o puede ser también un referente simbólico para toda la Cuenca minera del Bierzo? O por el contrario,¿ de alguna manera tenderá a concentrar el aspecto turístico que pueda tener el patrimonio eléctrico (o energético) en decremento del interés por los otros lugares dentro de la comarca?
Todo depende de cómo se trabaje la planificación y el enfoque que se le dé a la misma a diferentes niveles, desde el territorial hasta el más concreto de los espacios físicos del museo.
En este sentido yo puedo hablar de lo que se estaba desarrollando hasta el año 2012 en ese proyecto, en el que se hizo un enorme esfuerzo de planificación, conceptualización e integración de elementos para que los resultados fuesen positivos y sobre todo realmente singulares.
En la ciudad de Ponferrada se daban y, todavía se siguen dando, unas circunstancias idóneas para trabajar el museo, no como uno o dos edificios aislados, sino con una visión más amplia de parque-museo basado en la potenciación de su paisaje eléctrico. La existencia de varias centrales térmicas, una hidráulica, canales de agua, restos de una montaña de carbón, un poblado de trabajadores y otros elementos menores, propiciaban ese hilo conductor de la energía y de su paisaje que, además, se integró en la planificación urbanística de la ciudad, de manera que los elementos antiguos y los nuevos podían convivir e incluso generar sinergias, que tenían el potencial de convertir ese espacio en una referencia por su singularidad y su visión de integración del pasado, el presente e incluso el futuro.
En aquellos momentos, veníamos de una corriente de construcción de nuevos museos con arquitecturas muy espectaculares y nosotros decidimos tomar otro camino, mucho menos conocido y valorado en España, basado en reutilizar el patrimonio y en el concepto de paisaje, en el que necesariamente las construcciones nuevas tenían que dialogar con las antiguas, con sus infraestructuras y con su entorno. Por tanto, dicha visión del museo, tan poco utilizada en ese momento en los proyectos, necesitó de mucha explicación por nuestra parte y de un esfuerzo comunicativo para que fuese entendida por una sociedad que, en cierta manera, estaba esperando un pequeño Guggenheim en la provincia. Digamos que entender que la foto espectacular del museo no era un edificio, sino un paisaje, un espacio amplio de la ciudad, llevo su tiempo.
Por otra parte, siempre estuvo presente la necesidad de establecer un equilibrio entre el núcleo central del museo, en la ciudad de Ponferrada, y el resto de la comarca, que cuenta con una enorme vinculación con la energía, su transformación y distribución de electricidad. El museo, que perseguía como uno de sus objetivos fundamentales el desarrollo económico y social de la comarca, tenía la visión de convertir a la misma en el territorio de la energía, es decir, conectar parte de las historias que se contasen en el museo en Ponferrada, con las diferentes secuencias de esta temática que existiesen no sólo en El Bierzo, sino también en Laciana, potenciando la visita a esos lugares, dado que por la escala no es necesario recorrer muchos kilómetros para ver los elementos y conjuntos patrimoniales y activos que se encuentran en esas comarcas. Esta manera de ver el museo tiene, de nuevo, mucho que ver con el paisaje, que posee una gran diversidad y que en algunos lugares es realmente espectacular. Con esto lo que quiero decir, es que siguen siendo unas comarcas de gran interés e idóneas para implantar itinerarios culturales relacionados con la electricidad, donde realmente con muy poca interpretación uno se encuentra inmerso en un territorio interesante, donde industria y naturaleza han generado un paisaje muy particular.
Muchas gracias Esther, y esperamos contar con otras aportaciones tuyas en el futuro!