Por Jonnathan Orbegozo Verdugo, Arqt.
La Fábrica de Cementos La Siberia y su poblado, actualmente abandonados, se localizan a sólo 10 km de Bogotá y a 1 km del municipio La Calera. Conocida anteriormente como “Cementos Samper – La Siberia”, fue una de las primeras cementeras del país (1909) e hizo parte importante de la historia de crecimiento de Bogotá. Abandonada apenas hace 15 años, hoy es considerada como un pueblo fantasma, abandonado, olvidado y visto simplemente como una ruina de concreto.
En su momento, estuvo unida a la capital por el primer cable aéreo de Colombia, que transportaba la materia prima, la piedra caliza desde la Mina Palacio a la fábrica y de ahí el cemento a la ciudad, del que había gran necesidad para el crecimiento y desarrollo de Bogotá.
Con el tiempo creció un característico poblado fabril, que llegó a albergar hasta seiscientas familias y que disponía de todos los servicios. Desde el cierre de la fábrica el espacio hoy está muerto, pero no así su memoria. Precisamente, lo que busca este proyecto es poner en valor su legado y reutilizar lo que queda de su arquitectura para permitir su contemplación por la población que aún lo recuerda con nostalgia, y para que aquellos que no la conocen puedan visitarlo. Para ello se da la creación del Parque “La Siberia”, convirtiendo el módulo principal en un “Parque – Hotel”. Un destino apetecible de fin de semana.
Es un espacio “deteriorado” si, pero no extinto. En nuestro caso nos dimos cuenta a partir de fotografías y comentarios de la gente. Existe el deterioro para aquellos antiguos habitantes, trabajadores, hijos, madres, abuelos y niños, que con el paso del tiempo ven como se derrumba y se va desapareciendo lo que queda de este lugar. La memoria colectiva que aún se persigue gracias al grupo que la mantiene todavía, podría llegar a desaparecer con el tiempo. Pero además, como consecuencia principal, el valor histórico que representa La Siberia para la Calera, Bogotá y para el país, estaría en juego, no solo para quienes vivieron allí, sino para el conocimiento de las futuras generaciones.
El silo principal de “La Siberia” en la actualidad y la propuesta de hotel
Por ello, el proyecto pretende reflejar los valores históricos, simbólicos, paisajísticos y tecnológicos del conjunto industrial con el propósito principal de mantener viva la memoria colectiva, con la creación de un Parque-Hotel, complementado por un “pueblito” que relacionaría a los productores locales con los visitantes los fines de semana, y una serie de equipamientos verdes. La proximidad a la capital hacen presumible su viabilidad económica, por el atractivo que supone un paisaje tan peculiar y sugerente, un verdadero “paisaje Cultural”, integrado en buena parte en el Parque Nacional Chingaza, a tan corta distancia del centro urbano.
Para recalcar ése contraste y mantener la autenticidad de la propuesta, el proyecto se esfuerza en resaltar los elementos patrimoniales, esto es, las estructuras industriales originales, haciéndolas perceptibles y adecuando los nuevos usos propuestos a lo existente, y no al contrario.
Como ejemplo, vemos la propuesta para el restaurante ” La Molienda” que ocupa, como su nombre indica, el antiguo local donde se realizaba la molienda de la roca calcárea, anexo al bloque principal.
El cemento visto es el protagonista del proyecto, como no podría ser de otra forma dados sus planteamientos. Y como resultado, en lugar de un contraste agrio entre el magnífico entorno natural y el áspero cemento, encontramos una relación sorprendente y amable al mismo tiempo. No es discordante, no puede serlo después de casi un siglo de convivencia. En lugar de pretender esconder el hormigón detrás de falsas cubiertas más o menos ecológicas, se descubre que lo más ecológico, en éste caso, es dejarlo lo más parecido a como estaba.
Esto es válido tanto para los paisajes contemplados a distancia como para los elementos menores, como los silos, e incluso para los pequeños detalles.
El proyecto, más que completarse se reafirma con la creación de una “Ruta Cultural Patrimonial Cementera” que, partiendo de Bogotá, pondría en relación los diversos elementos patrimoniales siguiendo la traza del cable aéreo y de la carretera histórica. La misma que los bogotanos tanto valoran por sus amplias vistas sobre la ciudad.
Es tiempo de adoptar la memoria joven y valorar el saber hacer y el trabajo, de reconocer el esfuerzo que data del siglo pasado, de la mano valores estéticos, simbólicos y tecnológicos que hicieron posible el desarrollo de pueblos y ciudades. Y… ¿por qué no? si a lo largo de la historia el hombre ha transformado el territorio de distintas formas, la arquitectura ha sido muestra de ello, dejando muestras excepcionales de distintas épocas, convertidos hoy en símbolos por su valor histórico y significado para la humanidad.
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