Personalmente, creo que el tema más interesante del urbanismo que nos ha tocado vivir es el de quien decide las actuaciones sobre los espacios. La modernidad nos dejó la figura del experto, del técnico especializado que sobre la base de conocer (o al menos de estudiar) lo sucedido en ciudades lejanas era capaz de pronosticar lo que iba a suceder en la suya y actuar en consecuencia. Pero llegó la posmodernidad, y con ella la figura (obviamente prescindible) del “gestor político”, es decir, del ignorante profesional que reclamaba ocasionalmente el consejo de los antiguos expertos para, al final, actuar siguiendo los cánones clásicos del “ordeno y mando”. En algunos lugares a esta actitud feudal es conocida como “liderazgo”.
Pero no hay mal que cien años dure, y ahora, en la era de la hipercomunicabilidad y de la teórica capacidad de cualquier ciudadano si no de decidir sobre su entorno, si al menos de actuar como si decidiera, como si todos fuéramos intelectuales, lo más interesante es observar cómo el pueblo del común, la gente corriente, gestiona su espacio, aunque sea dentro de los márgenes a veces estrechos que el creciente totalitarismo territorial le permite.
Todo esto no es nuevo, claro está, y lo que aquí pretendemos no es más que seguir las enseñanzas de aquella pequeña obra maestra que fue “Axioms for reading landscapes” de Lewis. Para ello hemos recurrido, como siempre a la “encuesta cualitativa” y el axioma que la sustenta: cuanto más dejamos hablar a la gente que habita un lugar, más aprendemos más aprendemos sobre el sentido del lugar, y de ahí la transformación de la encuesta en un pequeño artículo, escrito por Gonzalo, un habitante metropolitano.
Vista googleada del Pinar de Valdelatas, paradigma de espacio “residual” entre infraestructuras y también, como veremos, espacio de libertad metropolitana.
Pinar de Valdelatas, un espacio “no gestionado”
Por Gonzalo Montero
En las ciudades grandes, y no tan grandes, los espacios abiertos para el esparcimiento de la población son imprescindible. Espacios para el juego de los niños (y no tan niños), para hacer deporte, para pasear, para relajarse, para pasear a los perros, para montar en bicicleta. En general estos espacios suelen ser pequeños y las actividades a desarrollar diversas. Lo que lleva a conflictos de convivencia: niños versus perros, corredores versus niños, ciclistas versus paseantes, y todas las combinaciones posibles. La tendencia a resolver estos problemas de convivencia es la de acotar los espacios. Pipicans, juegos infantiles, circuitos de footing, carril bici son algunos de ellos. Sin embargo, esta solución, además de eliminar el conflicto también cercenan la sana convivencia y, suelen ser tan restringidos, que en vez de generar sensación de espacios abiertos generan sensación de “guetos”. Por eso es tan importante la historia que os voy a contar.
En una de las salidas de Madrid (carretera de Colmenar; M-607) antes de llegar al campus de la Universidad Autónoma por la vía de servicio, de repente se abre una puerta (con un pequeño aparcamiento de tierra en su antesala) a un bosque desde el cual se adivinan a lo lejos las masas de edificios de la capital.
Es un espacio verde muy grande. Hacia el otro lado linda con el municipio de Alcobendas (Salida A-1 de Madrid). En aquella zona existen algunas instalaciones tales como mesas de picnic o columpios, pero en el lado del que os hablo es una zona “virgen”. Tan solo unos cuantos caminos o pistas que marcan las rutas para pasear o hacer deporte, pero incluso se puede caminar campo a través entre los árboles y arbustos que lo pueblan.
En el interior de este espacio hay una pequeña finca donde se ubica un retén de forestales/bomberos y que además tiene un rebaño de ovejas (que suele pastar por el bosque) y algunos otros recursos. Los coches del retén son los únicos que acceden a las pistas, cerradas con una barrera de la que ellos solo disponen de las llaves. Por tanto, es un espacio libre de vehículos y abierto al esparcimiento.
Hace algo más de cinco años adoptamos un perro abandonado en mi familia y recordé este espacio donde hacía muchos años solía ir mi padre a pasear. Así que, aunque en mi barrio existen varios parques donde poder pasear al perro, me animé a visitarlo. Más que nada para buscar un espacio más grande donde el perro realmente pudiera correr libremente y dar un buen paseo. Desde entonces es mi lugar favorito para pasear con él (aunque también hay otros espacios como el Monte del Pardo) entre otras cosas porque se ha convertido en un espacio de convivencia “ejemplar” donde el respeto, el buen ambiente y la educación han construido un lugar amable y tranquilo
No negaré que al principio surgió algún conflicto. Un corredor que protestaba por que llevábamos al perro suelto (a pesar de que nos apartamos para dejarle paso), un dueño con un perro muy pequeño (el mío -Slinky- está cerca de los 40 Kg) al que le daba miedo que Slinky se le acercará, etc. Pero poco a poco se fue produciendo una especie de selección natural en la que todo el mundo va con el perro suelto (a pesar de que un cartel en la puerta dibuja a un perro con correa). Es, además, una zona frecuentada por ciclistas y corredores. Pero existe un respeto mutuo en el cual se intenta no molestar a los demás, facilitando unos el paso de los otros, saludando con cortesía, incluso entablando pequeñas conversaciones relajadas y amigables. Los paseantes se miran con amabilidad. Si los perros juegan entre sí, se detienen para prolongar el juego. En resumen, es un espacio de convivencia ejemplar que se ha generado de forma espontánea y en el que, probablemente quien no se siente a gusto, simplemente ha dejado de frecuentarlo.
En otros espacios la gente suele recurrir a la norma (perros atados, espacios reservados, etc.) incluso antes de que surja ningún conflicto. Aquí, no existe más norma que el respeto mutuo. Mi amigo Antonio dice que esto es un espacio auto-gestionado. Yo prefiero llamarlo espacio no-gestionado, porque en mi opinión la convivencia no debe “gestionarse”. La convivencia debe aprenderse (entender y asumir que el otro es un igual) y debe aplicarse (comprensión y ayuda). Si algún día queréis visitar este espacio, todo el mundo es bienvenido. Traed vuestra mejor sonrisa y disfrutad del paseo.