Es sabido que la accesibilidad es mas que una variable metropolitana, es “LA” variable, la más importante, porque de ella depende el correcto funcionamiento de cada pieza “urbana” dentro del propio sistema metropolitano. Una pieza poco accesible, al faltar el flujo, se gangrena. También está claro que la accesibilidad, a su vez, depende de las infraestructuras. Y que el desarrollo de las infraestructuras implica por lo general una mayor fragmentación del territorio.
A su vez, esos desarrollos implican mayores prestaciones, tardo más en llegar ahí enfrente, pero menos en ir mucho más lejos. De hecho, los espacios metropolitanos se construyen, siempre, a partir de la mejora constante de las infraestructuras, especialmente de las autopistas y los ferrocarriles, y el resultado es siempre una mayor fragmentación, que convierte en inaccesibles espacios que hasta que se iniciaron las obras eran todo lo contrario. Y ¿todo para mejorar la accesibilidad a otros espacios? Pues si, esa es una paradoja de la accesibilidad metropolitana: aíslo esto para comunicar aquello…
En el Madrid Metropolitano de hoy, que no es sino el fruto de aquel Plan Metropolitano (Regional) de 1996, esta situación resulta particularmente evidente puesto que se propone un cierto “Mallado Verde” de los espacios libres (verdes) por el cual, todo el territorio aun no edificado que dividido en una especie de “manzanas” separadas por vías contundentes, como se haría en un proceso de “urbanización”cualquiera pero a escala 1:25.000.
El mallado busca crear un espacio isótropo, esto es, que en referencia a su accesibilidad, cualquier punto tenga el mismo valor, por contraposición al espacio concéntrico tradicional de Madrid, en el que la proximidad al “centro urbano” era lo que daba valor al terreno.
Pero como hemos visto, el precio de la accesibilidad es la fragmentación del territorio, lo que implica una importante pérdida de permeabilidad. La permeabilidad es, de hecho la característica principal que distingue a un territorio rural de uno metropolitano. El territorio rural es por lo general permeable, con caminos realmente abiertos a todos con las únicas limitaciones del acceso a las viviendas y de las que imponga la geografía. Por el contrario, en el territorio metropolitano la permeabilidad va disminuyendo a medida que la estructura se consolida. En un espacio metropolitano maduro, resulta muy complicado acceder físicamente, a pie o en bicicleta, a la mayor parte del territorio. Los caminos se ha transformado en carreteras y viales poco o nada amables para el caminante. Si buscamos un espacio libre que mantenga los caminos tradicionales, por lo general, deberemos trasladarnos en vehículo hasta allí.
En los principios de la vida metropolitana este problema no era tal, porque el transporte publico, y sobre todo el tren, permitía una notable permeabilidad, pero ya hace tiempo que esto no es así, porque alrededor de casi todas las estaciones han crecido núcleos, igual en Madrid que en Barcelona o en cualquier otra área, por la sencilla razón de que se convirtieron en centralidades metropolitanas. El mejor ejemplo es la estación de La Navata-Galapagar, antaño lugar de baños en un entorno de montaña de gran interés y hoy centralidad completamente cuarteada y escasamente permeable.
Vaya, que se confirma que en el mundo metropolitano, como ya habíamos visto, hay que ir lejos para disfrutar de la proximidad del “campo”, de la naturaleza, de los espacios abiertos. El problema no es tanto la titularidad privada, que ya lo era tradicionalmente, sino los cierres, el control de los accesos, la fragmentación. La privatización que no se conforma con la titularidad, sino que exige el uso exclusivo, y eso exige aislamiento.
Hasta aquí la descripción del asunto. Ya vimos en la anterior entrega como el uso ciudadano es creativo ,interesante incluso, y parece poco condicionado por la rígida estructura territorial en la que se halla inserto el paraje. Pero queda la pregunta de siempre: ¿la “malla verde” era la mejor actuación posible para este territorio en concreto?. Pues vamos a ver como se expresaban los que se oponían al Plan, como el inefable FUNDICOT, tradicional portavoz de nuestra Posmodernidad:
el Mallado Verde Jerarquizado es, por una parte, buena prueba de la aplicación de la terminología urbanística al sistema de espacios naturales, cuya lógica de organización y funcionamiento tiene muy poco que ver con el sistema de espacios verdes urbanos. Por otra parte, manifiesta el absoluto desconocimiento de la dinámica real del Medio cuando se pretende una estructuración paralela a la estructuración intensa de las infraestructuras viarias ( ), que permite equilibrar el desarrollo con una imagen territorial amable (pag. 67).
Bases del Plan Regional de Estrategia Territorial de la Comunidad de Madrid: Análisis y valoración. FUNDICOT. Madrid, mayo de 1997.
Se resaltan tres presuntos errores:
- El error de aplicar una “terminología urbanística” a los espacios naturales… bueno, aquí de natural hay poco, teniendo en cuenta que la vegetación clímax no se corresponde para nada con la actual… excepto en la pequeña olmeda que alberga el ahora “Parque Forestal”, y sobre la que existe (al menos) un magnífico trabajo que se puede consultar al final. Se supone que la idea de fondo la crítica es es el Design with Nature Plannin tradicional de buffers y corredores, que, recordemos, también contempla este tipo de patch. Al fin y al cabo está muy próximo el corredor verde que designado a si o no, une prácticamente la Sierra con el centro de la ciudad. E citado libro…¿no utiliza acaso terminología urbanística, contemplada a escala metropolitana?
- Se les acusa de un absoluto desconocimiento de la la dinámica real del medio. Bueno, aceptemos que es así, que en el diseño metropolitano no ha primado la dinámica del medio si no la metropolitana. Y sin embargo, aunque “cercado”, el medio semi-natural se conserva! Trasformado casi todo en pineda si, pero eso ocurrió mucho antes del Plan. Escaso en fauna autóctona.. bueno, en comparación con los grandes espacios limítrofes si , obviamente.
- Se les acusa de ser una solución cosmética, preocupada únicamente de generar una imagen territorial amable. Las “soluciones cosméticas” tradicionalmente no suelen ser otra cosa que la imposición de una cierta estética basada en creencias más paganas que científicas .
La cuestión, en definitiva, es si el hecho de ser (o al menos ser presentada como) “espacio natural” implica que deba forzarse al máximo su integración en un teórico sistema natural general que funcionaría de manera “similar” a como lo haría sin intervención humana o bien, debería ceder en calidad ambiental para integrarse en el Espacio Metropolitano con un papel más prosaico, el de permitir la simple “escapada natural” a los qeu habitan en zonas de elevada densidad (la mayoría de la población todavía) .
En realidad, esto es más un deseo que un verdadero objetivo, ya que resulta en verdad muy difícil argumentar con un mínimo de base tanto uno como otro destino. Aceptemso qeu “lo lógico” es ceder al patrón metropolitano, y qeu en cualqueir caso, la presión que este espacio sufre, que es ahora mismo elevada debido a los confinamientos, en realidad lo que permite es rebajar la presión sobre otros espacios naturales más valiosos desde el punto de vista medioambiental, y por ello “menos valiosos” como elementos metropolitanos.
La peculiar división administrativa entre dos municipios, que sólo ha salido a a la luz por el asunto del confinamiento municipal, viene a añadir interés a la cuestión del uso que se está haciendo de este espacio. Aunque al final, como ya vimos en el capítulo anterior, “el ciudadano siempre tiene razón”
Olmeda-Valdelatas