La densidad, como variable susceptible de ser calculada, es de  uso corriente en planeamiento y, por lo general, se utiliza para expresar la bondad o maldad de un plan o de una aglomeración urbana. Sin embargo, es una de las variables que peor resisten el ataque de preguntas hechas con doble intención, tan del gusto del gremio. Por ejemplo, ¿es más justa una ciudad menos densa?¿o es más injusta?. O bien ¿es más ecológico un paisaje menos densamente poblado?. ¿Es más humano?. O, porque no, ¿es más democrático un paisaje menos o más denso?.  La respuesta es, en todos los casos que “depende”.  O lo que es lo mismo, que podemos afirmar que la densidad, como parámetro, carece de valor real.

Veamos un ejemplo (un poco rebuscado, la verdad) , la comparación entre el distrito de Madripur (Bangladesh) y la provincia de Noord-Holland (Países Bajos)

SuperficiePoblaciónDensidad

Noord-Holland2,670 km²2,606,584976

Madripur1,144 km21137008993

 

Las condiciones geográficas del territorio son comparables, ya que ambas ocupan amplias llanuras deltaicas, si bien el clima es muy diferente, y el nivel social y económico, también.

¿Lo es el nivel de democracia territorial? Veamos unas imágenes de cada uno de ellos. En la primera aparece el área central de la ciudad de Sibchar (Madripur, Balgla Desh), estructurada sobre una potente suburbana y en la que diversos estanques tienen gran relevancia  como elementos “urbanos”.

En la segunda, vemos los alredeores de Haarlem (Noord-Holland, NL), con sus urbanizaciones de media densidad y una trama viaria estructurada sobre canales navegables.En la segunda, vemos los alredeores de Haarlem. Ambas imágenes están a la misma escala.

 

 

 

Podríamos analizar tantas diferencias como similitudes queramos, pero si tratamos de ersponder a la pregunta ¿cuál de los dos paisajes es más democrático? Casi seguro que abandonaremos el análisis y nos remitiremos a informaciones externas, no cartografiables, como el PIB, el nivel de analfabetismo, la proporción de población dedicada a la agricultura o el número de empresas por habitante.

Pero tal vez podamos fijarnos en el tamaño y disposición de las parcelas para medir, de una manera vaga el acceso al suelo fértil como una medida del reparto de la riqueza. Porque el acceso al suelo existente sería, sí, un parámetro para medir el nivel de democracia.  Pero las diferencias en el espacio agrícola, como tamaño y orientación de las parcelas se explican más por el hecho de que una economía es industrial, la otra no tanto.  El uso intensivo de los estanques, como espacios de producción, caracteriza el espacio bengalí, mientras que en Holanda prima el uso del agua para el transporte.

Por democrático podemos entender el nivel de reparto en el acceso a la tierra/agua productivas , y ese no parece ser muy diferente. También en el acceso a las redes viarias, que, a su manera, ambos solventan a base de aumentar la densidad edificada sobre las suburbanas (como se hizo siempre).  La mayor o menor dependencia del transporte público no se refleja en las imágenes, pero sí la mayor capacidad de las vías neerlandesas, canales y carreteras.

Un paisaje corresponde a un país muy pobre, el otro a uno muy rico. Y sin embargo, no es posible desligar el paisaje de la capacidad e sus ciudadanos para transformarlo al máximo, de acuerdo a sus querencias y/o necesidades. Y desde el momento en que se les permite transformarlo, eso sería democracia. No lo sería en cambio que a unos se les permitiera, y a otros, no.

Pero volviendo a la densidad, vemos que una mayor densidad puede ser, y suele ser, una expresión de democracia, porque lo que está reflejando es el interés por vivir en ese lugar, por aprovechar las particularidades que ofrece el territorio, como la proximidad al centro o centralidad, la productividad de los campos.

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